viernes, 1 de mayo de 2020

Si los freezers se prestaran

Por suerte un inquiline tenia frezeer, se había organizado casi espontáneamente pero con la fluidez que ameritaba una necesidad como tal; la de conservar el alimento deteniendo el tiempo de descomposición de sus partículas, claro.
El sistema era sencillo pero no menos estricto. Todos los días incluyendo los domingos ( sobretodo los domingos) la persona que tenía el freezer lo abría de 19:30 a 20:30 pm. Sin excepcionalidades, ni siquiera las orquestadas al afán de la gula verpestina de un sábado de cuarentena.
En varias hojas, uno por departamento habitado, se anotaba comida, recipiente y persona que detenía la perennidad de la comida a unos cuantos grados bajo cero. Con lapicera roja se anotaba lo entregado al servicio con verde flúor se hacía un círculo al alimento que era entregado a la digestión del afortunado. Los colores de las lapiceras fueron elegidos totalmente al azar, pero se respetaban sus destinos tanto como el peso de los ingredientes que representaba.
Así y de un modo rápidamente naturalizado pudimos iniciar la comunidad del freezer y entregarnos a la agilidad de la tarta descongelada.